lunes, febrero 01, 2021

Mafias organizadas en paraísos de datos y evaluación universitaria online

El ambiente universitario ha estado tenso y con razón. Se han combinado varios estresores: periodo de exámenes y pandemia. En algunos campus y días han coincidido ventanas abiertas y ola de frío extremo, por lo que las condiciones de evaluación distaban de ser las más adecuadas para recoger el mejor rendimiento posible de los evaluados.

Muchos estudiantes y profesores han pasado semanas reclamando que la evaluación fuera online, como lo fue sin especiales problemas en el segundo cuatrimestre del curso 2020/21. Se buscaba así para reducir riesgos tanto dentro de las aulas como, especialmente, en las aglomeraciones de los accesos. Cuesta saber si este era el sentir general de la comunidad universitaria o no.

La respuesta mayoritaria de las universidades ha sido mantener la evaluación presencial. Si la docencia lo estaba siendo, con las cautelas que la situación exige, se ha entendido que también podían serlo los exámenes.

Este era el panorama hasta que dos actores destacados sueltan lo que entiendo como disparates.

El ministro de Universidades

El 27 de enero Manuel Castells tuitea esto desde la cuenta del ministerio.

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Son cuatro los aspectos que quiero destacar:

1.- La fecha. El ministerio llega a pisar el confeti, con la evaluación o bien ya acabada o a punto de terminar para la mayor de las universidades. Para llegar tarde es mejor no ir. Para no ir en algo tan importante para un ministerio de competencias tan escasas, concretas, mejor no existir.

2.-  La apariencia de que los únicos preocupados son los estudiantes. A mí, como profesor, maldita la gracia que me hacen los exámenes presenciales. Y lo mismo pasa por la cabeza de muchos compañeros. El ministro parece querer desempeñar al papel de amiguito de los estudiantes. Existen estudiantes y rectores, como si en medio no hubiera más actores en la comunidad universitaria.

3.- El recurso a experiencias previas que, ahora mismo, son de valor discutible. Es verdad que no parece que los exámenes de junio de 2020 estuvieran plagados de problemas de copia, pero ni esto lo tenemos claro y, sobre todo, ya no estamos en ese momento. En junio de 2020 los estudiantes no podían quedar en la sala de estudio de un colegio mayor. La certeza de que no se compartía espacio físico era mucho mayor entonces que ahora. No digo que la copia fuera o no a ser frecuente, pero parece razonable entender que la experiencia previa no puede igualarse tal cual al momento actual.

4.- Y, para mí, lo más importante: la idea de que como se transfirió dinero a las universidades estas ya han de estar preparadas para la docencia online. Esa es una idea muy preocupante para un gestor público, una que casi entra en el pensamiento mágico del cambio: "lo único necesario para el cambio organizacional es el acceso a fondos". Con 400 millones de euros y en medio año todavía hay profesores que tienen problemas para manejarse en la docencia online y todavía hay alumnado residente en entorno con mala conexión y sin equipos. Si el cambio social es tan fácil, que el ministerio abra el grifo del dinero una vez al año y que no haga nada más en todo el año. Ah, no, esperad, que eso básicamente es lo que hace Castells.

La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas

A la CRUE le supo a cuerno quemado el comunicado del ministerio. Con razón, desde mi punto de vista. José Carlos Gómez Villamandos, presidente de la CRUE, se descolgó al día siguiente con unas declaraciones sorprendentes: "Todos sabemos que hay auténticas mafias organizadas en paraísos de datos que se han organizado y que están ofreciendo la realización de los exámenes".

Sorprende, primero, porque cuesta entender qué son los paraísos de datos y sus mafias. Por otro lado, porque todavía sigamos hablando de los estudiantes desde la sombra de la sospecha. La mayor parte de nuestro alumnado son esforzados estudiantes. Si yo tuviera veinte años, estaría un tanto harto de ser socialmente etiquetado machaconamente como irresponsable con respecto a las medidas anti-COVID, como miembro de un colectivo deseoso de piratear el sistema... No voy a negar lo evidente: por haber, hay tramposos y aprovechados. Pero creo que estos no son tantos y, seguro, sospechar por sistema contribuye a que se cumplan las sospechas. Si sospechamos que van a copiar, el alumnado ya no va a temer perder el respeto que les debemos. Si sospechamos que van a copiar, diseñaremos exámenes con tal nivel de dificultad, con tantas restricciones de tiempos... que casi que el único modo medio viable para superarlos será copiando. Sobre la necesidad de la confianza escribí en mayo del año pasado.

La idea de las mafias organizadas no tiene especial fundamento. Veamos este titular en el Ideal (30/01/21).

Aquí nos están contando que hay demanda, pero también, y esto es lo importante, que hay serios problemas para cubrirla, que apenas hay oferta de suplantadores para contestar a los exámenes. No hay tantas personas que sepan de Derecho Romano o de Álgebra IV como para aprobar exámenes a nivel universitario. De quienes sí que podrían hacerlo, es de esperar que una parte importante no esté dispuesta a delinquir. Cabe esperar que el precio de contratar a un suplantador sea bastante disuasorio y, adicionalmente, sea una actividad de riesgo. Los estudiantes que buscan suplantadores contactan con academias y profesores particulares porque ambos presentan recorrido previo que avala su calidad. Agotada esta vía, tirar del primer anuncio que uno se encuentra por internet de "hago el examen por ti" es lanzarse de cabeza a una posible estafa sin margen de denuncia. Te quedas con el suspenso y a ver quién se va después a la Policía a contarlo.

Las mafias de exámenes online no existen por el mismo motivo que antes no había una mafia general de suplantadores de exámenes presenciales. Si nos creemos lo de los paraísos de datos, nos podemos creer también mafias que con máscaras de silicona y maquillaje se hacían pasar por estudiantes en los exámenes tradicionales. También podemos imaginar un mundo de exámenes con pinganillos. ¿Los había? Seguro que sí, pero con la misma seguridad que eran un fenómeno residual.

Los estudiantes, cuando copian, lo hacen de los modos más accesibles y que mejor funcionan: exámenes de convocatorias anteriores y preguntando a compañeros. Las mafias de fantasía o no existen o tienen un impacto muy menor.

Estamos en un escenario nuevo. Ojalá dure poco. Pero es muy probable que los modelos híbridos de docencia online se vayan extendiendo. Una vez rota la puerta y comprobadas algunas de sus ventajas tiene sentido que nos acompañen. Esto nos mete en retos que no habíamos afrontado y será necesario descubrir soluciones. Lo que no ayudará es que nos inventemos los problemas, como la CRUE, ni que entremos tarde al tema, casi haciendo como si pasáramos de perfil, como el Ministerio.

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