El becario X es brillante. Si sigue así conseguirá el premio Nobel en no más de 30 años. Además, y hacedme caso que para eso soy el narrador, sabemos que sería un magnífico profesor. Tiene madera para ello. Un chico muy completo. Trabaja en el departamento A. El departamento A no es precisamente el más popular. Sus asignaturas optativas apenas son elegidas por los alumnos. Puede ser por el tema de las mismas o porque los profesores del departamento son realmente malos. Como quiera que sea, no hay necesidades docentes. Con los que son, se apañan para la demanda que tienen.
El becario Y es brillante. Un poco menos que el becario X, pero, aún así, es muy bueno en sus investigaciones. Como profesor, sería realmente malo. No se sabe explicar, no sabe mantener la atención ni el orden ni, en el fondo, le importan lo más mínimo los alumnos. Forma parte del departamento B. Hay una gran demanda de las asignaturas del departamento B. Tal vez sea porque son muy interesantes y los profesores magníficos docentes; quizá porque los profesores del departamento B suspenden mucho y, tirando de repetidores, mantienen la matrícula alta de sus asignaturas. Desde luego, les vendría muy bien un nuevo profesor en el departamento.
El becario Z está, también, en el departamento B. Un poco peor que el becario Y en investigación. Sin embargo, tiene alma de profesor. Maneja los contenidos y sabe transmitirlos. Engancha y hace aprender. No ganará premios de investigación, pero irá publicando a un ritmo aceptable, y, sobre todo, sería el profesor que a todos nos habría gustado tener.
El vicedecano de la facultad F va a reunirse con el resto de vicedecanos y el vicerrector. Tanto el departamento A como el B están en la facultad F. La facultad F no es muy grande. Pequeña, más bien, si la comparamos con otras. El vicedecano puede ser un negociador más o menos hábil, pero, en la pelea de gallos que es esa reunión, sólo consigue para la facultad F una nueva plaza de profesor. ¿Para qué departamento?
Para el departamento B, claro está. Lo que manda son las necesidades docentes. El becario X, tan directo como iba a Estocolmo a por su Nobel, tendrá que buscarse la vida. Esperemos que consiga alguna beca más.
Se convoca la plaza del departamento B. Sale el baremo. Puntos por expediente académico. Puntos por publicaciones. Puntos por congresos. ¿Puntos por docencia? No hay. Son becarios, no han podido dar clases. El departamento B les impidió dar clases, aunque según su beca podrían en los últimos años, porque, si ellos daban clase, era más complicado justificar necesidades docentes. Tampoco han podido hacer ninguna sustitución, alguna maternidad, alguien que se incorpora a un ministerio, alguno que está en el decanato... Todas las sustituciones las hacen asociados. En el departamento nadie sabe cómo pueden dar clases el becario Y y el becario Z. Se lo imaginan (“qué miedo tener a Y de profesor”, comentan algunos por los pasillos), pero eso no va a entrar en el baremo.
Como lo que se valora es la investigación, la plaza finalmente la consigue el becario Y. La universidad ha conseguido no retener ni al mejor investigador ni al mejor profesor. Una plaza que se convocó porque se necesitaba alguien para dar clases termina siendo ocupada por una persona mala para dar clases. Así es la universidad.
"El departamento B les impidió dar clases, aunque según su beca podrían en los últimos años, porque, si ellos daban clase, era más complicado justificar necesidades docentes"
ResponderEliminarPlanteo el debate: ¿Los becarios deben dar clase? Por un lado, si dan clase como comentas les ayuda a mejorar el currículum y les aporta experiencia (porque retribución económica cero patatero). Por otro lado, si todas la necesidades docentes las cubren becarios, no se puede convocar una nueva plaza de profesor (corrígeme si me equivoco). Lo cual supone pan para hoy y hambre para mañana.
Me gustaría saber tu opinión y qué solución propones al respecto.
Has descrito de una forma bastante cercana a la realidad el procedimiento de contratación universitaria.
ResponderEliminarSin embargo, hay un par de puntualizaciones que no me resisto a hacer. En primer lugar, ¿cómo llegaron a becarios X, Y y Z? Segundo, ¿por qué asumimos que el buen investigador es mal docente y el mal investigador es buen docente? En mi opinión, los mejores docentes suelen ser buenos investigadores. Y los mejores investigadores suelen estar entre el 25% de los mejores docentes.
Tercero: como en todos los aspectos de la vida, dónde caes determina tu futuro. Tengo compañeros que, hace diez años, con un expediente superior al mío (muy superior) firmaron tres plazas de ayudante en tres áreas de un mismo departamento, convocadas simultáneamente. Eligieron el área que más les gustaba y diez años más tarde no son doctores. Y yo soy funcionario doctor. Un claro problema de selección adversa originado en asimetrías de información (básicamente, eligieron el área por su preferencia en cuanto al tema y no por cómo estaba organizado el área).
Tengo que preparar mi CV para alguna plaza que ha salido. Respondo otro día.
ResponderEliminarYo defiendo que los becarios en sus dos últimos años de beca colaboren en algunas clases. Eso sí, siempre que se recoja oficialmente en el POD porque si no no les vale a efectos de CV.
ResponderEliminar¿existe algún método objetivo de evaluar si uno es un buen investigador o un buen docente? Porque tampoco veo claro la alternativa.
ResponderEliminarNi se puede decir que uno sea buen investigador por publicar mucho, ni se puede dar el puesto de profesor a otro porque en su departamento creen que explica mejor. Entonces, ¿cómo se puede medir esto?
La evaluación de la actividad investigadora, en una plaza a concurso, suele limitarse a evaluar dónde ha publicado el candidato. Normalmente la comisión tiene unos criterios de que el Journal A supone un determinado mérito y el Journal B un mérito superior (o inferior). Con todas las dificultades y subjetividades que este proceso entraña, se puede ser más o menos objetivo. Eso sí, el sistema concede suficiente libertad para que se realicen todos los desmanes que se quiera.
ResponderEliminarSegundo, el tema de la actividad docente, en las comisiones se limita a contar el número de créditos de primer, segundo y tercer ciclo que el candidato ha impartido (1 crédito = 10 horas de clase presencial) y a valorarlas, corrigiendo con factores como el hecho de que se haya dado siempre la misma materia o se hayan dado varias. También se pueden usar las evaluaciones de la docencia mediante encuestas a los alumnos que se puedan aportar.
El sistema óptimo para evaluar a un candidato es muy difícil de dilucidar, en mi opinión. A mí me parece que es casi imposible saber quién es mejor docente y quién es mejor investigador entre dos candidatos similares.
Univ, gracias por aclaración. Yo también creo que es muy difícil crear un sistema realmente objetivo. Sobre todo para el caso del profesor, ya que para el investigador pordría ser más sencillo.
ResponderEliminarEso de las encuestas a los alumnos me parece una gran forma de, por lo menos, saber lo que les llega a sus estudiantes.
También aprovecho para responder la cuestión que planteaba Cuchufletas. Por lo menos cuando yo estaba en la Universidad, el puesto de becario era teóricamente para conocer los entresijos del mercado laboral y acercarte a las posibles funciones que podrías desempeñar en el futuro. Que un becario de un profesor de algunas clases no sólo me parece bien, sino necesario.