En el descanso entre clases,
y agotado el maestro, vino hacia él un alumno
y le dijo: «¡No te desanimes, me interesa tanto!»
Pero el profesor ¡ay! siguió sufriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve, que escuchamos!»
Pero el profesor ¡ay! siguió sufriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, el instituto entero,
clamando «¡Tanto amor y no poder contra el desespero!»
Pero el profesor ¡ay! siguió sufriendo.
Le rodearon millones de pupilos,
con un ruego común: «¡Quédate, maestro!»
Pero el profesor ¡ay! siguió sufriendo.
Entonces todos los alumnos de la tierra
le rodearon; les vio el maestro triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primero; subióse a la tarima...
Sobre Masa, de César Vallejo.
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