¿Y no saben por qué? Como diría el profesor Levitt, "INCENTIVOS". El mundo actual, salvo algunos países, funciona por incentivos variados pero que se pueden resumir en económicos, sociales y morales. Hace algunos años se rompió el contrato social por el que quien estudiaba más conseguía unos incentivos mejores. Si no hay incentivos no hay ascenso. Simple como la vida misma.
Lo de los incentivos negativos sirve también para los profesores. Hace ya mucho tiempo que se incentiva el que estos no estudien. Sirva como ejemplo el sistema de oposiciones. Hace treinta años, una oposición a profesor de bachillerato era algo muy serio, que requería una formación muy sólida. Después llegaron las "restringidas" a fines de los setenta y principios de los ochenta, por la que se le regaló sin más la oposición a todos los que pasaban por allí (¡qué generación afortunada la de los de 'mayo del 68'). Desde fines de los ochenta, los sindicatos y los pedagogos han ido reduciendo al mínimo los contenidos reales de la materia, y los han ido sustituyendo por etéreas cuestiones pedagógicas. En las últimas oposiciones (y en las que van a venir), los conocimientos de la materia que se pedían eran, sencillamente, los mismos que se espera que tenga un alumno de bachillerato, pero, aún así, la nota que el opositor pudiera obtener por sus conocimientos era mucho más importante que la que se podía lograr sólo por tener antigüedad como interino (se prohibió, además, explícitamente que se publicaran las notas por separado de cada una de las partes de la prueba, para que no quedara constancia de cómo quienes finalmente aprobaban la oposición estaban muy lejos de ser quienes más nota obtenían en la prueba de conocimientos).
Otro tanto sucede con todo lo que sea formación "auténtica" cuando uno ya ha logrado ser funcionario. Con un par de cursillos estúpidos, de esos que organizan los sindicatos o determinadas ONGs, se ganan más puntos para traslados, o para adquirir la condición de catedrático, que cursando una licenciatura completa o haciendo un doctorado.
Todo anima a los profesores, por tanto, a no esforzarse por estudiar en serio. ¿Por qué van ellos a animar a los alumnos a hacerlo?
Y, desde luego, los conocimientos que puedan tener los alumnos no suponen para el profesor más pago que la compensación moral. Esta podía ser una cosa importante en tiempos en que otras cosas menos urgentes abrumaban a los docentes. Pero quien tiene que habérselas en clase, pongamos por caso, con un niño gravemente retrasado mental que no puede evitar mearse en los pantalones, y con una joven recién llegada de Sudán que no tiene ni idea de español, bastante ocupado está como para preocuparse de, además, enseñar algo de su materia.
En realidad, la actitud realmente racional por parte de un profesor de secundaria, en estos momentos, sería la de evitar al máximo los conflictos y reducir al máximo sus esfuerzos. A tal fin, lo mejor es tener entretenidos a los alumnos con vídeos y juegos diversos (tengan mucho o poco que ver sus contenidos con la asignatura), y aprobar a todo el mundo. Así todos están contentos. Los perjudicados, claro, son esa parte de los alumnos que en otras circunstancias habrían aprendido realmente cosas de la asignatura impartida. Pero esa minoría, en la enseñanza pública, no merece atención (no vayamos a caer en esa heregía terrible llamada elitismo).
CORRIGENDUM al texto anterior: "...la nota que el opositor pudiera obtener por sus conocimientos era mucho MENOS importante que la que se podía lograr sólo por tener antigüedad como interino"
¿Y no saben por qué? Como diría el profesor Levitt, "INCENTIVOS".
ResponderEliminarEl mundo actual, salvo algunos países, funciona por incentivos variados pero que se pueden resumir en económicos, sociales y morales. Hace algunos años se rompió el contrato social por el que quien estudiaba más conseguía unos incentivos mejores. Si no hay incentivos no hay ascenso.
Simple como la vida misma.
Lo de los incentivos negativos sirve también para los profesores. Hace ya mucho tiempo que se incentiva el que estos no estudien. Sirva como ejemplo el sistema de oposiciones. Hace treinta años, una oposición a profesor de bachillerato era algo muy serio, que requería una formación muy sólida. Después llegaron las "restringidas" a fines de los setenta y principios de los ochenta, por la que se le regaló sin más la oposición a todos los que pasaban por allí (¡qué generación afortunada la de los de 'mayo del 68'). Desde fines de los ochenta, los sindicatos y los pedagogos han ido reduciendo al mínimo los contenidos reales de la materia, y los han ido sustituyendo por etéreas cuestiones pedagógicas. En las últimas oposiciones (y en las que van a venir), los conocimientos de la materia que se pedían eran, sencillamente, los mismos que se espera que tenga un alumno de bachillerato, pero, aún así, la nota que el opositor pudiera obtener por sus conocimientos era mucho más importante que la que se podía lograr sólo por tener antigüedad como interino (se prohibió, además, explícitamente que se publicaran las notas por separado de cada una de las partes de la prueba, para que no quedara constancia de cómo quienes finalmente aprobaban la oposición estaban muy lejos de ser quienes más nota obtenían en la prueba de conocimientos).
ResponderEliminarOtro tanto sucede con todo lo que sea formación "auténtica" cuando uno ya ha logrado ser funcionario. Con un par de cursillos estúpidos, de esos que organizan los sindicatos o determinadas ONGs, se ganan más puntos para traslados, o para adquirir la condición de catedrático, que cursando una licenciatura completa o haciendo un doctorado.
Todo anima a los profesores, por tanto, a no esforzarse por estudiar en serio. ¿Por qué van ellos a animar a los alumnos a hacerlo?
Y, desde luego, los conocimientos que puedan tener los alumnos no suponen para el profesor más pago que la compensación moral. Esta podía ser una cosa importante en tiempos en que otras cosas menos urgentes abrumaban a los docentes. Pero quien tiene que habérselas en clase, pongamos por caso, con un niño gravemente retrasado mental que no puede evitar mearse en los pantalones, y con una joven recién llegada de Sudán que no tiene ni idea de español, bastante ocupado está como para preocuparse de, además, enseñar algo de su materia.
En realidad, la actitud realmente racional por parte de un profesor de secundaria, en estos momentos, sería la de evitar al máximo los conflictos y reducir al máximo sus esfuerzos. A tal fin, lo mejor es tener entretenidos a los alumnos con vídeos y juegos diversos (tengan mucho o poco que ver sus contenidos con la asignatura), y aprobar a todo el mundo. Así todos están contentos. Los perjudicados, claro, son esa parte de los alumnos que en otras circunstancias habrían aprendido realmente cosas de la asignatura impartida. Pero esa minoría, en la enseñanza pública, no merece atención (no vayamos a caer en esa heregía terrible llamada elitismo).
CORRIGENDUM al texto anterior: "...la nota que el opositor pudiera obtener por sus conocimientos era mucho MENOS importante que la que se podía lograr sólo por tener antigüedad como interino"
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