Los candidatos a rector en Madrid organizan grandes fiestas con música y alcohol gratisDejemos de lado que el periodista parece no saber que rectores en Madrid hay muchos. La campaña de la que hablaba era la de la Complutense.
Algunos ofrecen barra libre de bocadillos, calimocho o cerveza. Otros cobran el alcohol pero se gastan gran parte de su presupuesto en el grupo de moda. Las elecciones de universidad, que también sufraga el erario público, tienen sus particulares estrategias electorales. Una fiesta de fin de campaña puede sumar muchos votos a base de promesas aderezadas con una cerveza y unos acordes. (20 Minutos, 25/04)
Pero todo sea por una buena causa. Seguro que los estudiantes, agradecidos ante tanta atención, habrán acudido en masa a las urnas. ¿O será que no? Los resultados hablan con claridad: sólo participó el 14.90% del censo de estudiantes; de entre quienes participaron, el 7.43% no depositó un voto válido.
¿Tienen los estudiantes algún interés por el gobierno de la universidad? A juzgar por los hechos, la respuesta es no. Y creo que es razonable. ¿Es creíble que un rector va a mejorar la calidad de la docencia de los títulos ofertados en su universidad? Me temo que no, que no controla el sistema hasta ese punto. (Y posiblemente sea bueno que no tenga este control). Entonces, ¿por qué votar? Y, aunque pudiera hacerlo, ¿es creíble que se van a notar los efectos dentro del periodo de tiempo que un estudiante permanece en la universidad? Estando en cuarto o quinto año de carrera, como si cae a cachos el rectorado.
Lo que no tengo nada claro es por qué han de poder votar los estudiantes en este tipo de elecciones. Uno tiene derecho a decidir en aquello cuya propiedad ostenta, aunque sea parcialmente. Lo cual, obviamente, no es el caso de la universidad y los estudiantes. Y tampoco los profesores son propietarios. Los contratados de una empresa no son consultados a la hora de escoger al presidente de la compañía. ¿Y el PAS? Tampoco, claro.
La universidad española se compone de usuarios temporales subvencionados y contratados para dar ese servicio. A los usuarios de servicios les corresponde el derecho de decisión sobre a qué proveedor de servicio quieren acudir. ¿Quiero tener móvil con Movistar o con Yoigo? ¿Quiero ir a la UCM o a la UAM? Y ese derecho, que puede parecer trivial, es el que va tumbando a los malos proveedores de servicios, recompensando a los buenos y, en general, mejorando la calidad.
A los contratados les corresponde el derecho de decisión sobre si desean permanecer vinculados laboralmente con ese proveedor o no. ¿Me paga bien esta universidad? ¿Me da lo que busco? ¿Me apoyo en lo que me interesa? ¿Me aprieta las clavijas más de la cuenta? Esta capacidad desabastece de talento a las universidades capaces de ofrecer lo valorado por los buenos profesionales y concentra el talento en las que sí que saben hacerlo.
¿Cuándo funcionará este modelo? Cuando haya flexibilidad en el sistema y haya universidades que puedan cerrar. En ese momento, las universidades empezarán a apretar. Los profesores sólo se dejarán apretar si se les da algo a cambio. Ni profesores ni alumnos tolerarán malos profesores que pongan en riesgo la continuidad de la universidad...
(A la noticia del 20 Minutos llegué a través de Mary White).
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