lunes, octubre 30, 2006

Variedad e ingeniería industrial

Como dicen, 'en la variedad está el gusto'. Cuando hay libertad para crear, se generan multitud de soluciones para afrontar los retos que se presentan. La creatividad humana, al ser acumulativa, se muestra como ilimitada. Nuevas y nuevas alternativas van surgiendo. El tiempo se encarga de irlas colocando en su lugar: unas al cesto de la basura, otras triunfarán durante más o menos tiempo.

Los planes de estudio no son precisamente terreno abonado para la experimentación. Las facultades bastante tienen con repartir el pastel de los créditos docentes sin que las áreas de conocimiento lleguen a las manos. Los rectorados supervisan las propuestas que les envían y pueden devolvarlas a los centros por considerar que el número medio de créditos por asignatura no se ajusta a lo que se va a llevar esa temporada en la universidad. Después tendrá que venir la aprobación de Consejerías y Ministerio. Quienes han estado en alguna comisión de elaboración o renovación de planes de estudio acostumbran a no guardar un recuerdo especialmente cariñoso de la experiencia.

Pero aunque existiera la facultad ejemplar, orientada a ofrecer la mejor formación posible, insertada en la mejor universidad que uno pueda imaginar, las limitaciones a la hora de confeccionar el plan de estudios existirían desde antes de que diera la primera reunión. Porque el Ministerio fija la estructura de las titulaciones en general y de cada titulación en particular. La idea es sencilla: corresponde al Ministerio garantizar que ser titulado por tal estudio es básicamente lo mismo en toda España.

Hasta hace poco existía, al menos, la posibilidad de definir con cierta flexibilidad la temporalización de los estudios. Así, por ejemplo, la Ingeniería Industrial está organizada en diez semestres en la Politécnica de Cataluña, mientras que en Madrid está pensada la carrera en seis cursos. ¿Por qué existían estas diferencias? Ahí me pillan. Ni siquiera sé si, en términos generales, alguna alternativa era mejor que la otra. Lo cierto es que había variedad. Los centros y universidad, de cuya autonomía tanto se habla, habían afrontado un mismo problema, el plan docente, y le habían dado soluciones distintas.

Ahora, con las reformas que vienen, ni siquiera eso. El Ministerio nos hará pasar a todos por el mismo aro. Vestido con palabras más o menos bonitas, con comparativas internacionales y términos pedagógicos, pero aro, a fin de cuentas. Hay cambios en las estructuras universitarias que pueden resultar triviales en la práctica. Es probable que un estudiante de ingeniería industrial no tenga en cuenta este criterio a la hora de valorar una escuela, ya que dará por descontado que él no acabará en el plazo mínimo. Antes tolerábamos una diversidad probablemente inocua. La duda es, a partir de ahora, ¿cuánta experimentación de posibles efectos positivos vamos a impedir?

Los diseños rígidos, con poca variabilidad y capacidad de cambio, están renunciando a la mejora. Apostar a una sola carta no es una opción saludable y menos cuando esa carta la diseñan en los despachos del Ministerio.



Y con este post llego al número cien. Cien entradas desde mayo de este año, dándoles vueltas, con más o menos gracia, a los problemas de la educación y la universidad en España. Todavía nadie me ha contratado como consultor. Ya llegará.

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