martes, septiembre 30, 2014
La asignatura Tortilla I
– Los nombres de las asignaturas son inherentemente inconcretos con respecto a los objetivos de aprendizaje. Si tuviéramos una asignatura que se llamara “Tortilla I”, ahí podrían hablarnos sobre las tortillas a lo largo de la historia, efectos químicos en el huevo del proceso de cocinado, comparación entre tipos de tortillas… o cómo cocinar en tiempo y forma tortillas sabrosas. Es necesario reflexionar sobre los objetivos de aprendizaje que como profesores queremos asumir y alinear nuestra docencia según esos objetivos. Los objetivos de aprendizaje no son lo mismo que el temario. ¿Qué queremos que los alumnos sean capaces de hacer tras pasar por esta asignatura?
– Nadie ha aprendido a cocinar una tortilla escuchando a un profesor hablar solo durante horas sobre ellas. Es necesario ponerse el delantal, romper huevos y hacer tortillas malas. Eso obliga a redefinir el papel del profesor, pues el tradicional “de arriba abajo” no sirve.
– Una parte fundamental de la docencia es la evaluación de la misma. La evaluación es, probablemente, el instrumento más poderoso para alinear el quehacer de los estudiantes con nuestros objetivos de aprendizaje. En este contexto, sorprendería que una porción importante de la nota final no saliera de cocinar tortillas.
– Pongamos que el cocinar una tortilla de patatas se puede descomponer en subprocesos como pelar patatas, cortarlas, romper huevos, batirlos, darle la vuelta a la tortilla... A veces asumimos que tiene sentido extendernos en cada uno de estos elementos y dejar para la última semana el cocinar una tortilla real. También, muchas veces, por cómo diseñamos la evaluación, es posible aprobar la asignatura siendo capaz de sacar la mitad de los procesos, pero sin integrarlos ni completarlos. Un aprobado por pelar patatas y batir huevos, porque eso era la mitad del temario. Para mí, esto es la ficción de la linealidad en el aprendizaje. Lo más razonable sería, probablemente, evaluar el paso final para el que es necesario haber sido capaz de manejar los pasos previos.
– Como profesores, habitualmente vivimos en la ficción de la transferencia de conocimientos. Pensamos que leyendo un libro de cocina los estudiantes aprenden a cocinar.
– Como profesores, vivimos en el espejismo de la motivación. "Os apuntasteis a este curso porque queríais ser cocineros. Luego, ¿por qué esa actitud tan negativa por tener que leeros libros y libros de cocina?".
– Si bien es necesario cocinar tortillas para aprender a hacerlas, no tiene sentido dejar a alumnos sin experiencia previa en una cocina a su aire para ver hasta dónde llegan. Este modelo no directivo sólo puede funcionar si podemos asumir una inversión enorme de tiempo y varios incendios. O si sabemos que nuestros alumnos tienen experiencia previa en el campo, por lo que la experimentación no empezará de cero y el feed-back que se den a sí mismos puede ser suficiente. Para aquellos alumnos con poca experiencia o con rechazo inicial hacia la cocina, lo más probable es que el aprendizaje autoguiado implique desánimo, deserción y escaso aprendizaje.
– Casi todos hemos visto repetidas veces cocinar tortillas. Eso no implica que seamos capaces de realizarlas por nuestra cuenta. La imitación no implica aprendizaje. Es necesario tener habilidades de autorregulación, y éstas pasan por saber qué se está haciendo, qué es lo que se sabe, lo que no se sabe y qué se puede hacer para mejorar la ejecución y el aprendizaje.
– Es probable que para nosotros las tortillas sean una excusa de aprendizaje en el marco más general de enseñar a cocinar. No podemos asumir que los alumnos van a generalizar desde las tortillas a otros platos o ingredientes. La generalización se ve favorecida cuando uno ha pasado por muchos contextos diferentes, ha experimentado y ha detectado patrones de similitudes y diferencias. Por ello, es probable que resulte más adecuado recorrer varios platos intentando entender la lógica de los mismos, sacrificando la ejecución óptima en cada uno de ellos, que centrarse en uno en concreto, pese a que esta segunda opción genera la ilusión de aprendizaje (los alumnos harán ese tipo de plato muy bien, lo cual nos dejará contentos, pero no sabrán hacer nada más, algo que no detectaremos porque no les pediremos que hagan nada más).
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