Como les decía ayer, el Defensor del Pueblo catalán ha sacado informe sobre la segregación escolar en Cataluña. Por segregación escolar hay que entender la tendencia a escolarizar en centros diferentes a inmigrantes y autóctonos. Esta reparto por centros va más allá de lo esperable por diferencias en lugar de residencia entre colectivos. Los colegios llenos de inmigrantes tienen a más de los que les tocaría por la cantidad de inmigrantes que viven en el barrio.
El informe, desde mi punto de vista, apenas justifica por qué es un problema la segregación escolar. A día de hoy, los inmigrantes, en promedio, van a supermercados diferentes de los nacionales, tienen otras pautas de ocio... son un grupo sociológico aparte, como cabía esperar de su menor renta, otra cultura de origen y su situación de desarriago. Por el momento, no he leído ningún informe quejándose de que los ecuatorianos no vayan a comprar a El Corte Inglés y prefieran más el DIA o el LIDL.
La segregación se da por un proceso, en gran medida, espontáneo. Por las razones que sean, ciertos colegios acaban siendo los de los emigrantes y otros son los de 'los de aquí'. Los autóctonos solicitan plaza en el colegio que prefieren, algunos pirateando padrones y otros sin saltarse ninguna norma. Los inmigrantes piden plaza donde mejor les conviene. Este modo de ir escogiendo lleva a una separación progresiva de unos y otros. Hasta donde yo sé, aquellos padres inmigrantes que prefieren escolarizar a su hijo en un centro de baja presencia de inmigrantes no tiene problemas para conseguirlo. Si los colectivos acaban separados, es porque ambos lo ven básicamente bien.
Obviamente, un colegio con un alto porcentaje de inmigrantes, por el perfil de los mismos, tiene mucho puntos para ser más conflictivo que un colegio con menos. Pero parece que no hay riadas de paquistaníes o marroquíes haciendo cola en otros centros para meter ahí a sus hijos.
El Defensor ofrece varias soluciones para poner remedio a esta situación. Unas cuantas pasan por restringir la libertad de elección de centro de los padres; otras, por mejorar la calidad de los centros que concentran a la población más problemática.
Los centros de menor proporción de inmigrantes son altamente demandados, hasta el punto de que acaban admitiendo más alumnos de los que se tenía previsto inicialmente. Si esto no se hiciera, si a esos padres que claramente han manifestado una preferencia se les dejara fuera, es probable que tuvieran que meter a sus hijos en centros de mayor presencia de emigrantes. Tendríamos menos segregación y más padres cabreados.
Dotar de mejores recursos, económicos, humanos y materiales, a los centros de alta presencia de emigrantes haría que estos colegios e institutos fueran más atractivos para todo tipo de padres, al mismo tiempo que daría mejores oportunidades para atender a una población con más necesidades educativas. Puesto que el dinero y las personas son limitadas, desviar recursos hacia las escuelas con emigrantes rebajaría la calidad de los otros centros. La satisfacción disminuiría.
De este modo, es probable que políticas contra la segregación impliquen un gran favor a la escuela privada. Cuantos más padres descontentos con la educación de sus hijos, más padres dispuestos a pagar la pasta que cuesta un colegio privado.
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